Nunca había sido una mujer de campo: lo mío fue siempre la ciudad. ¡Ojo! digo había sido… El amor que hoy siento por el campo, por la viña, por ese olor que desprende la tierra después de llover, por el silencio en el que se casi se escucha cómo va madurando la uva, se lo debo en gran medida a la persona de la que hoy quiero hablar y que fue decisiva a partir de la vendimia de 2004, añada calificada como Excelente, icono en nuestra Denominación de Origen y clave en el despegue de los FERRATUS.
Arcadio me enseñó todo lo que sé sobre los caminos imposibles de la parte de la Ribera del Duero en la que me muevo, y ante todo sobre cómo tratar y aprender de las gentes de esta tierra, sabias pero muy, muy celosas de su sabiduría. Gracias a él, parte de esa sabiduría la han compartido conmigo.
A él, a mi maestro, mi compañero de fatigas, mi amigo, desde donde esté, que seguro vela por mí, mi más profunda admiración y el más grande de los respetos.