Soy afortunada. El mundo del vino me abre las puertas a lugares y culturas que no conocía hasta ahora. Aún tengo frescos los recuerdos de mi reciente viaje a China y ya he regresado de Suiza.
Suiza es increíble. Mi primera parada Lenzburg, visita obligada a la vinoteca Da Vino, de mi amigo Daniel Vázquez que hizo de cicerone por el casco medieval de esta pequeña y maravillosa ciudad, vigilada desde lo más alto de la montaña por el Castillo de Lenzburg del S.XI y, quién sabe si también por el dragón que allí habitó, según cuenta la leyenda.
De Lenzburg a Berna en tren, pasando por Zug y Luzern. Hay lugares en los que el transporte público supera cualquier expectativa, y Suiza es uno de ellos. Apenas una hora de trayecto de paisaje inmensamente verde hizo del viaje algo fantástico, como fantástico es este país de castillos, caballeros, dragones, y mucha historia.
En el epicentro de Suiza, Berna. Una ciudad sorprendente, por algo la elegiría Albert Einstein para vivir en ella. Su casco antiguo es Patrimonio Mundial de la UNESCO, con seis kilómetros de arcadas o “Lauben” comerciales que hacen las delicias y disfrute de los turistas.
En Berna sólo tengo palabras de agradecimiento a Thomas Mahler y Jürg Rufener de La Passion du Vin por hacer de anfitriones y por tener todo el catálogo de vinos Ferratus entre sus mejores vinos.
Próximo destino…allá donde me lleven los vinos Ferratus.